El 27 de diciembre de 1999, luego de
33 años de membresía, fui expulsado del Colegio de Periodistas de Chile bajo la
acusación de "delator", una
palabra muy dura y poco usada en los regímenes democráticos - muchos de los
cuales contemplan la figura de la "delación" en sus leyes contra la
delincuencia común, el narcotráfico y el terrorismo -, pero si muy aplicada como concepto e
instrumento institucional para el control político ejercido por todas las tiranías comunistas
del pasado y las que sobreviven hoy, como la de Cuba y Corea del Norte.
Un poco de historia
En marzo de 2003 Fidel Castro, aun
aferrado al poder, hizo detener, encarcelar
y condenar (como lo hiciera el dictador José Stalin en la Unión Sovietica) a 75 disidentes cubanos. La acción, conocida como la “Primavera negra de
Cuba” fue posible gracias a la delación
de infiltrados del régimen comunista en el grupo que luchaba por la libertad de Cuba.
Meses después un libro reveló cómo
fueron infiltrados y delatados los disidentes. Pero si bien mis acusadores en
el Colegio de Periodistas, tan prestos a defender los derechos humanos, respaldaron
el accionar de Castro en una Cuba convertida en el “Alcatraz del Caribe”, uno
de ellos se vio en la impulsiva necesidad de defender internacionalmente al
tirano, denostar a las víctimas y difundir por el mundo su notable apología a la delación
Apología comunista a la delación
Fue Ernesto Carmona, uno de mis acusadores, el autor de esa apología a la delación. Periodista, chileno, reconocido militante del
Partido Comunista y activista internacional de la causa fidelcastrista, del socialchavismo
y el chegüevarismo, Carmona se convirtió así en el mejor prototipo
vigente en América Latina de quienes han sido moldeados en
los crisoles del más puro stalinismo soviético inmanente en la personalidad, actitudes y comportamientos comunistas.
La apología fue primero publicada en "Argenpress",
agencia argentina que actúa como altoparlante internacional de la izquierda
marxista latinoamericana. Pero pudo más el pudor de Emilio Corbière, su director
fundador, que la lealtad al apologista y borró el registro de sus archivos virtuales. Pero Carmona, asegurando
la trascendencia de tan preciada
sublimación de un hecho deleznable, ya había replicado el texto en “Puro Chile”,
un sitio creado en Holanda por su camarada de partido, el periodista,
también chileno, Robinson Rojas, quien en el mismo sitio destacaba a otro comunista, igualmente periodista y abogado, Eduardo Labarca Goddart, uno de cuyos méritos fue haber falsificado las Memorias del General Carlos Prats, el ex comandante en jefe del
Ejército chileno asesinado en 1974 en Buenos Aires junto a su esposa. Si usted
pulsa el vínculo puede leer lo que el propio Labarca declaró públicamente.
En su relato al periodista que lo entrevistó Labarca explica que: “mientras
trabajaba en el programa Escucha Chile, de Radio Moscú, dirigentes del Partido Comunista chileno le encomendaron escribir las
memorias apócrifas del general Carlos Prats. Basándose en el sentido común
y en la escasa documentación que tenía a la mano, 'inventó' un diario de vida que
pretendía sentar la verdad histórica del asesinado militar”.
El libro se llamó “Una Vida por la Legalidad”. Fue
editado en 1976 por el Fondo de Cultura Económica. Bien cabría preguntarse
¿quién pudo falsificar las segundas Memorias del general, libro actualmente
circulando en condición de legítimo?
Como la apología de Carmona a la delación se ajustaba a la ética de la falsificación de su
camarada Labarca, no podía menos que ser bienvenida y publicarse en “Puro Chile”, un terreno
fértil y de cultivo permanente de tales principios de amoralidad, tan propios del ethos comunista.
Pero esa apología a la delación de mi
acusador no fue un mero acto de propaganda. Fue un hecho político programado. Tuvo
y tiene por finalidad mostrar por la red internet a una disidencia cubana que actúa contra los
intereses de su propio país y a favor de los Estados Unidos.
Mis acusadores
En 1999 Carmona y otro periodista de
su misma filiación, Luis A. Mansilla, me acusaron a la Comisión de Ética del
Colegio de Periodistas de Chile, la orden gremial de la profesión, de haber "delatado" y "puesto en serio riesgo de vida" durante
la dictadura militar al periodista, Felidor Contreras, reconocido por su
militancia activa en las filas del Partido Comunista de Chile, de cuyo diario, "El Siglo", fue su Jefe de Crónica durante el gobierno de
Allende.
Cuando el golpe de Estado de 1973, Contreras ejercía como dirigente del Colegio de
Periodistas. Había sido elegido en la lista integrada por militantes comunistas. El gobierno militar lo
mantuvo en el cargo, un hecho poco conocido y menos difundido por el
beneficiado, seguramente para evitar malas interpretaciones de parte de sus
camaradas por los "aportes de información" no precisamente periodística, que éste le hizo al designado presidente de la orden, el periodista Gabor Torey.
En una columna que escribía para el
diario "La Segunda",
de la influyente cadena "El Mercurio", en el contexto de la época, destaqué
su caso en el artículo publicado el 27 de marzo de 1975 bajo el título “El dirigente”.
El propósito era dar una muestra de que mientras en el exterior
se hablaba de la encarnizada persecución del gobierno militar a los comunistas,
el periodista de marras gozaba de buena salud, se le había mantenido en su
cargo gremial y, por entonces, buscaba trabajo. Meses después ingresaría como redactor de Economía en el diario "El Sur" de Concepción, donde jubiló en 2010, luego de una honorable carrera profesional. Finalizaba el texto del artículo con una pregunta: ¿Cuántos Felidores Contreras habrá en el país?
Obviamente que la respuesta no la
obtuve, pero se sabía que los ciudadanos como Felidor Contreras eran muchos en todas las actividades. Dadas las circunstancias que vivía el país hacían una militancia comunista pasiva,
silenciosa, dedicada a su trabajo y a sus familias, sin la exigente disciplina
partidista. Luis Corvalán, Secretario General del Partido Comunista chileno en
su libro “Tres períodos en nuestra línea revolucionaria”, publicado durante 1982 en la República
Democrática Alemana, ("paraíso" comunista donde la delación y el espionaje a las personas y familias ha sido destacada por su impresionante magnitud), reconoció una militancia para esos años de 160.000
personas (pág.89) y otros 3.000 en disposición armada (pág. 170). Creo que es válido suponer ,
aceptando tales cifras, que los “felidores” eran realmente varias decenas de miles.
El juicio
Presidido por Lidia Baltra,
"compañera de ruta" del comunismo y de la extrema izquierda, e
integrado por comunistas y miembros o simpatizantes del profidelista Movimiento
de Izquierda Revolucionaria (MIR), la Comisión de Ética acogió la petición de
Carmona-Mancilla e instruyó el sumario aplicando en 1999 el renovado Código de Ética aprobado
en 1990, es decir con efecto retroactivo a 1975 cuando se publicó mi columna, una acción que resulta
contraria a toda norma nacional e internacional de Derecho. Obviamente, el nuevo Código
había sido especialmente adecuado en 1990 con cláusulas revanchistas encubiertas
tras aparentes buenos propósitos de resguardar los derechos humanos. Por tanto, y a mucho honor en mi historia personal, fui la
primera víctima de la venganza de mis pares profesionales enceguecidos por una doctrina nefanda. Luego corrió la misma suerte el propietario del centenario diario “El
Mercurio”, Agustín Edwards,
también acusado y expulsado en abril de 2015. Respondió a los acusadores en su propio diario. Otros periodistas de radios,
diarios y televisión fueron sancionados pero no expulsados.
Pesó sobre mí el cargo de "delator", por el sólo hecho de
haber mencionado en un texto periodístico a una persona de militancia comunista
reconocida que gozaba de plena libertad de acción en el país y que había sido confirmado
en su cargo gremial por la dictadura militar. Me quedé perplejo. La venganza
stalinista, la "justicia popular" periodística, como suponía, había
esperado con paciencia. Se dio tiempo y maña para condenarme no por lo de
Contreras, sino por haber luchado contra su doctrina durante años antes de
llegar Allende al poder y cuando éste lo logró, hasta su derrocamiento.
Un Recurso de Protección ante la
Corte de Apelaciones de Santiago, no fue acogido por no
corresponder el tema ético-profesional a sus atribuciones las que en los años 1980 fueron entregadas a los
colegios profesionales. La Corte Suprema
a la cual se recurrió, bajo el mismo criterio, no tuvo más que confirmar el
fallo.
La verdad es que el momento (1999-2000) para los jueces no era el mejor.
El periodismo izquierdo-comunista ladraba en las afueras de los tribunales
porque la Corte Suprema
había hecho incautar un libro de la también izquierdista periodista Alejandra
Matus. Esta se había extralimitado en sus conceptos contra la Justicia. La presión
marxista en la opinión pública nacional era lo suficiente como para atemorizar
a algunos jueces que prefirieron sacrificar a un "derechista" en aras
de no generar más odios en su contra entre los "izquierdistas". Me lo
confesó años más tarde, sin ruborizarse siquiera, uno de los magistrados .
La expulsión de la orden profesional la tomé como una verdadera condecoración
a mi muchas veces solitaria lucha contra el comunismo y un reconocimiento
público de los comunistas hacia quien evidencia sus reales fines y propósitos.
La
Matus,
por su parte, logró convertirse en "asilada
política" en los Estados Unidos y se radicó en Miami, gozando de una
libertad y recursos económicos proporcionados por el gobierno "capitalista",
mismos beneficios que estoy seguro a mi no me habría dado Fidel Castro si le hubiese pedido asilo en una condición como la de mi colega.
Cuando auténticos delatores al
servicio de la tiranía comunista de Fidel Castro entregaron a la "justicia
popular" a los disidentes cubanos en la represión de 2003, el Colegio de
Periodistas de Chile, el señor Carmona y sus secuaces no hicieron más que
alabar a los delatores y denigrar a los acusados, en un acto repulsivo que dimensiona
la calidad moral y ética tanto de los apologistas del deleznable acto como de
quienes lo protagonizaron ufanándose luego de ello como una acción
"patriótica".
Carmona, a quien se comisionó
para denigrar a los disidente presos en Cuba y así tratar de disminuir su
condición ante la opinión pública mundial y aminorar el impacto de sus misérrimas
condiciones humanas ante la
Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, ha usado la red internet para multiplicar
sus palabras apologéticas a la delación practicada en Cuba, la misma que junto
a sus camaradas invocó en Chile para condenarme como profesional, pero no
silenciarme como amante de la libertad y la democracia que tanto él como sus camaradas desprecian.
Y un final de película: Ernesto Carmona, luego de mi acusación, fue Consejero
del Colegio de Periodistas de Chile y Felidor Contreras, ya jubilado luego de más de 30 años como periodista del diario "El Sur", integró la Comisión de Ética de la
misma orden.
Una limpia carrera iniciada antes de mi encuentro con él (1975) en el centro de Santiago - o sea en plena dictadura - le ha permitido a Felidor Contreras disfrutar de un merecido descanso. Contreras no declaró en mi contra, no inició el juicio para mi expulsión ni me representó nunca su molestia por el artículo donde lo mencioné, en los innumerables encuentros que mediaron entre 1976 y 1999, cuando ambos cumplíamos tareas profesionales.
La liberación de los disidentes
delatados
En julio de 2010 el gobierno cubano, por gestiones de la Iglesia Católica,
liberó a 52 de los disidentes. Así se informó del hecho: pulse aquí
El fracaso de la revolución comunista
Y antes que Fidel Castro reconociera el fracaso de su revolución el CATO
Institute, en enero de 2009 entregaba el siguiente informe: pulse aquí
Fidel Castro reconoce el fracaso
El propio Fidel Castro, posteriormente, deslizaría en una entrevista periodística la frase: "el modelo cubano ni siquiera funciona para nosotros'',
reconociendo luego de medio siglo de oprimir a su pueblo con una tiranía que
deja millares de víctimas, el fracaso de un modelo con igual destino en las
naciones comunistas de Europa.
Pulse aquí para leer el reportaje del
periodista Jeffrey Goldberg del semanario “The Atlantic”, donde se reproducen
las palabras de Castro.
Homenaje del Colegio de Periodistas a Fidel
Si a algún lector le cabe alguna duda de cómo el comunismo ha copado y dirige políticamente el Colegio de Periodistas de Chile, valga exhibir una prueba tangible de ello: la tristeza expresada públicamente por el fallecimiento de Fidel Castro, en cuyo país la libertad de pensamiento, expresión y prensa no existen desde 1959, situación que obviamente olvidó la directiva de la institución presidida, en la oportunidad, precisamente por una militante del Partido Comunista. Este fue el comunicado oficial que comprometió a todos los periodistas colegiados del país.
Para refrescar la memoria sobre la situación de Cuba, es útil leer el trabajo de la analista María C. Werlau, B.S. en Relaciones Internacionales por la Universidad de Georgetown y master en la misma especialidad por la Universidad de Chile: "Las víctimas olvidadas del Che Guevara".
Última actualización: mayo de 2017.
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